sábado, 9 de febrero de 2013

Cuidando de nuestra ira

Thích Nhất Hạnh a menudo compara la ira a un niño pequeño, gritando y pataleando por atención. 
Cuando el niño llora la madre o el padre (o el que esté al cuidado de él) lo toma en sus brazos suavemente, escucha y observa con cuidado para averiguar lo que está mal.  
La sola acción amorosa de tomar al niño y abrazarlo con ternura, ya alivia el sufrimiento del bebé.  
Del mismo modo, podemos tomar nuestra ira en nuestros brazos amorosos y de inmediato sentiremos un gran alivio. 
No tenemos porque rechazar o intentar suprimir nuestra ira. Esa ira es una parte de nosotros,  necesita nuestro amor y nuestra profunda atención , al igual que un bebé que llora.

Después de que el bebé se ha calmado, la madre puede buscar las causas de su sufrimiento, sentir si el bebé tiene fiebre o necesita un cambio de pañal.
Cuando se sienta tranquilo y fresco, toda su disposición cambiará.


 Así también ocurre con nuestras emociones, cuando sentimos la consciencia en un estado tranquilo y fresco, entonces es cuando también podemos profundizar en nuestra ira o rabia y ver con claridad las condiciones que permiten a nuestra ira ir en aumento para poder comprenderlas y provocar un cambio.

Cuando estamos enojados, es mejor abstenerse de decir o hacer cualquier cosa.  

Puede ser mejor retirar la atención que prestamos a la persona o la situación que está regando la semilla de la ira en nosotros.  
Y debemos aprovechar ese momento para volver a nosotros mismos. 
Podemos practicar la respiración consciente y la meditación, caminando al aire libre para calmar y refrescar la mente y el cuerpo.  

Después de que nos sintamos mas tranquilos y mas relajados, podemos empezar a mirar profundamente en nosotros mismos y en la persona y la situación que causa enojo y hace la ira surgir en nosotros. 
A menudo, cuando tenemos una dificultad con una determinada persona, él o ella puede tener una característica que refleja una debilidad de nuestra parte, lo que nos es difícil de aceptar.



 A medida que crecemos en la observación de nuestras emociones, permitimos la expansión del amor y la aceptación en nosotros mismos. Éstas virtudes de modo natural se extenderán a quienes nos rodean.
Lo que eventualmente creará un ambiente más sano, compasivo, feliz y próspero para todos. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario